martes, 27 de abril de 2010

Leyenda de Coquena


En la puna Salto-Jujeña habita nuestro legendario personaje, hijo de la Madre Tierra, guardián de los rebaños, tropero de las nubes y de las altas cumbres, sembrador de tormentas y del viento blanco, Coquena. Un enanito misterioso, una deidad que todo lo ve y siente, protege permanentemente a los animales autóctonos de los maltratos, abusos y crueldades de algunos humanos.
Desde las alturas contempla todo lo que sucede sin ser visto, sólo se escucha su potente silbido, que es una suerte de mágico llamado. Todos le temen, por ello evitan matar vicuñas, llamas y otros camélidos.



La leyenda cuenta que cuando se ve animales pastando sin la compañía de un pastor, dicen los lugareños que es Coquena quien guía la manada hacia los pastos más abundantes y tiernos; arrea rebaños cargados con oro y plata hacia el Potosí para que sus riquezas no se agoten.
Si alguien lo ve es signo de un mal presagio, la visión es de sólo un instante y luego se transforma en un espíritu.
Para pedirle permiso a Coquena para cazar y matar algún animal por necesidad, deben presentar y dejar ofrendas encima de una Apacheta. Harina de maíz, algarroba molida, azúcar, chicha, aloja, alcohol, yista, tabaco y coca son parte de las ofrendas más usuales y valiosas que deben ser depositadas para él. De éste modo, protegerá, guiará a los pastores, hacia los rebaños más gordos y numerosos.
Coquena castiga cruelmente a los que maltratan el ganado en los arreos, cuando las bestias vienen cargadas de provisiones o de sal y que ha quitado arreos enteros de llamas y vicuñas a quienes no valoraron los dones otorgados y ha premiado a los buenos pastores regalándoles oro y plata, salvándolos del temible Viento Blanco.
La puna, la quebrada, las inmensas soledades son su reino, su hogar es en definitiva la tierra misma. Es y será por siempre El Rey de Los Andes.

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